Título en español: Fuerza mayor
De la misma forma que me pasó con Maps to the Stars hace unos meses, poco luego de comenzada esta película, mejor conocida como Force Majeure, me encontré sonriendo y pensando para mí misma que esto tenía potencial de estar muy bueno. Y aunque tiene un par de cosas que no terminan de convencer, al igual que la película de Cronenberg, también comparte con esta un estilo frío y desapegado que se conjuga muy bien con el guión y que me terminó conquistando. En este caso se trata de una producción sueca, del director Ruben Östlund, ambientada en Francia, más precisamente en los Alpes, donde la helada de las montañas desciende sobre los personajes, literal y metafóricamente.
La película comienza con una sesión de fotos que es tan graciosa, como incómoda, tan artificial como premonitoria; en ella vemos a la caricaturescamente perfecta familia -padre, madre y dos niños, caucásicos, bellos, adinerados- posar con torpeza para la sesión de fotos familiares que quedarán como souvenir de sus vacaciones. Ya desde el principio notamos una rigidez en sus relaciones y un afectado sentimiento. Una vez establecidos los personajes y el contexto, en imágenes de planos abiertos y distantes, como si todavía no se nos permitiera adentrarnos en la intimidad de la familia, sucede algo que será el catalizador para el desmoronamiento de los precarios cimientos que unían a la familia. Sucede que mientras están almorzando en un restaurante exterior entre las montañas, presencian una avalancha controlada muy cerca de ellos. Pero lo que al principio parece una operación de rutina, de repente se convierte en un peligro inevitable que desciende inexorable sobre ellos. El problema es que cuando la familia reacciona ante el inminente desastre, vemos dos posturas muy diferentes en los padres: ella corre hacia sus hijos preocupada y él toma sus objetos personales y corre hacia la salida más cercana.
A partir de esto es que se construyen los arcos dramáticos que atravesarán los personajes: sobre las repercusiones, no tanto del accidente en sí, sino de las reacciones frente al evento. Lo interesante de Turist es que la película misma parecería adaptarse a las formas de una avalancha: el conflicto comienza primero como una pequeña molestia, una astilla que interfiere con la fluidez del relacionamiento de la pareja, pero pronto crece y se torna más y más grave e ineludible, destrozando todo en su camino. Este es mi aspecto favorito de la película, los tiempos y ritmos. Está dividida en capítulos que son simplemente segmentaciones por cada uno de los días de la vacación: comienzan con un montaje musicalizado por un allegro irónico y pronto se convierten en planos estudiados y tomas largas, encuadres decapitantes, escenas que alternan entre un rostro en medio de la espesa blancura y el silencio que de repente es quebrado por la maquinaria de la telesilla o ruidosos momentos compartidos en el baño, donde vemos a los personajes sentados en el w.c., secándose, o cepillándose los dientes, el único lugar donde parecen actuar con naturalidad y sin pretensiones. La fotografía de Wenzel es sencillamente impresionante: las escenas para el recuerdo son demasiadas para enumerar, pero quiero destacar una secuencia en que desaparece una figura en la blancura de la nieve solo para volver a aparecer minutos después, primero como un punto negro irreconocible y luego adquiriendo tamaño y forma; es una secuencia hermosa e inolvidable.
La secuela del accidente, que al principio es descaradamente ignorado, se empieza a colar por entre la dinámica de pareja, inicialmente en una cena con una pareja amiga tan incómoda de ver que casi no la soporto y luego convirtiéndose en el tema único de conversación. Incluso luego de charlas y perdones falsos, vuelve a surgir como una herida mal curada, contaminando todo lo que toca. Ya más adentrada en la historia, aparece un amigo del padre con su noviecita veinteañera; cuando los vemos por primera vez, parecen felices y contentos con su relación, pero tras compartir una velada desastrosa con los afectados, la avalancha parece cobrar otras víctimas. Los conflictos que se agravan y agravan parecen no tener solución, pero es mediante la farsa que se acercan a algún tipo de resolución (rimé, opa). Pero además de ser un buen estudio de lo que significa la confianza en la pareja, la película aporta un fascinante comentario sobre los roles de género y la aún fuertemente arraigada heternormatividad que rige en muchas parejas.
Hay muchas cosas interesantes en Turist. La ambientación en el exclusivo centro turístico en los Alpes de Francia es fascinante y novedosa: debido a que fue filmada en locación, la excelente fotografía aprovecha tanto el interior del hotel con su diseño minimalista, y sus pasillos siempre desiertos e inquietantes, y tomas fascinantes de la inmensidad de las montañas y la omnipresencia de la nieve. El tono elegido es el de la sátira, pero es un humor tan negro y ácido que desafía hasta a los más cínicos. De hecho, no me provocó casi risa, sino más bien una sensación mezcla incredulidad y desdén, pero todo teñido de la más intensa fascinación. La película se ve con el hipnotismo con que se presencia un desastre, un accidente de tránsito, un tren descarrilándose. Es intensa pero fría, incisiva pero desapegada. De vez en cuando pide algo de nosotros, que le dejemos pasar algo que no convence demasiado, y el final es un poco demasiado conveniente, pero en general se trata de una película inteligente, bien actuada y estelarmente fotografiada, que incluso luego de pasados varios días, permanece en el subconsciente.
Veredicto: 8/10
IMDb: http://www.imdb.com/title/tt3630276/